Nos queda una semana para salir de
cuentas y por fin hemos cogido la baja del trabajo.
En realidad yo no quería. Para ser sincera, no me apetecía en absoluto.
Me encanta mi trabajo. Pero después de una contractura en el cuello y de medio
millón de miradas reprobadoras de amigos, familia, novio, compañeros de trabajo
y desconocidas en el super (hay que ver lo concienciada que está la gente con
lo que TÚ deberías hacer cuando estás embarazada) me dejé y terminé por
claudicar.
Ya estoy de baja. Me pasé las dos
primeras horas después de soltarme la contractura del cuello enviando SMSs,
whatsapps, MSMs y palomas mensajeras a todo el mundo para informarles. Ya estoy
de baja. ¿Contentos? Ahora por fin ya soy una buena madre.
Así que me senté en el sofá y me puse a
esperar. Tic.Tac.Tic.Tac.Tic.Tac.Tic.Tac…
Pero el caso es que al bebé todavía le
queda una semana para llegar y sentarme en el sofá no acelera el proceso. ¿Qué
haces cuando tienes todo el día por delante sin nada que hacer?, ¿Qué haces
cuando toda la gente que conoces está trabajando y no tiene tiempo para nada?,
¿Qué haces cuando estás acostumbrada a vivir como si fueras el Correcaminos y
de repente te ves convertida en el gato Gardfield?
Pues empecé limpiando el polvo del salón
y luego me di cuenta de que detrás de los muebles había pelusas y los saqué
todos. Y limpié los cristales. Y el horno. Y dentro del frigorífico. Y las
juntas de las baldosas de la ducha. Y he vaciado los armarios. Y he hecho más
lavadoras estos dos últimos días que durante los dos últimos años enteros. Y
hasta he desmontado un armario. Con un destornillador eléctrico. Como los
machos.
He pensado en escribir un libro y en
plantar un árbol y en hacer un puzle de diez mil piezas antes de acabar la
semana. Incluso he pensado en montar reuniones diarias de trabajo con los gatos
para planificar proyectos y repartir tareas comerciales. Ya no sé qué hacer para entretenerme. Estoy
frita. Estoy que me subo por las paredes…
Ikatz me mira desde su cestita con cara
de profunda indiferencia. Si por él fuera, podía ponerme a limpiar los
adoquines de la calle. Casper está
encantado de su vida. Me sigue por todos los sitios maullando y no para de
pisarme la tripa siempre que me pilla sentada en el sofá. Le encanta tenerme
solo para él.